Muchas
veces oímos decir a nuestro alrededor frases que contienen las palabras "vida
interior", ¿pero que significa realmente?
La
vida interior, para algunos, viene a ser una especie de recetario para conseguir un mayor equilibrio de su personalidad. Para otros, vida interior significa
cultivar una calidad en el pensar o en el sentir, calidad que luego se
manifestará en su vida profesional o social, proporcionándoles una mayor intuición o una mayor inspiración. Para otras personas, vida interior quiere decir
dirigirse a eso superior, y tratar de armonizarse con esta fuerza superior y
así conseguir una paz, un amor y una fuerza de un orden superior. Sin embargo,
hay personas para los que la vida interior tiene otro sentido. Estas personas
tratan de conseguir ver lo que ocurre dentro, desenmarañar todos los enredos, y
llegar a ser aparte de todo lo que son las ideas, condicionamientos,
costumbres, influencias, cosas adquiridas, intentan llegar a la identidad última del Ser, más allá de todas las formulaciones, limitaciones y condicionamientos
mentales.
Los
seres humanos, a partir del primer escalón que hemos indicado, han de llegar a
realizar este trabajo interior, pero deben ir haciéndolo con cierto orden. Una
persona que no haya conseguido un mínimo de equilibrio y fortaleza en su
personalidad no puede llegar a vivenciar un equilibrio y fortaleza en la vida
espiritual o superior. Puede hacer contactos, puede tener experiencias. Pero
llegar a estabilizarse, a centrarse en ese nivel superior que se llama
espiritual, eso no es posible. Así pues, esos diferentes niveles, de algún modo
nos comprometen a todos; estamos todos metidos en ellos. Lo que ocurre es que
nosotros, en cada fase de la vida, estamos “enamorados”, por decirlo así, de
algo que para nosotros tiene el máximo valor, y, en consecuencia, todo lo demás
nos parece secundario.
Quien
está en una fase de expansión de su vida exterior ve como más importante su
capacidad de rendimiento, su eficacia, su inspiración, su sentido de la
realidad exterior.
Para
quien tiene la aspiración centrada en el Ser más allá de lo que son
manifestaciones, más allá de lo que son ideas, todas estas vías, la religiosa,
la artística, la de la actividad, o cualquiera que sea, carecerán de sentido.
Esto es normal. No decimos que sea lo ideal, ni lo más correcto, desde nuestro punto
de vista.
Desde
nuestra infancia no se nos ha educado de un modo amplio, cada cual ha tratado
de orientar su aspiración, sus inquietudes, hacia algún punto, según sus
circunstancias, según sus posibilidades. Y, cuando le parece encontrar algo
sólido, entonces se adhiere con tanta fuerza a ello que tiende a excluir el
resto.
La
“vida interior” quiere decir llegar a vivir toda la realidad de la persona,
llegar a vivirla en todas las direcciones, en todo momento y en toda
circunstancia. Que la vida de la persona no esté fragmentada en realidades
superiores o realidades inferiores, en realidades externas y realidades
internas.
Todo
forma parte de la Realidad. Sólo cuando todo lo que uno haga sea expresión de la
Unidad, cuando uno viva en sí mismo como conciencia de Realidad, de Ser, sólo
entonces considerará que está viviendo lo que ha de vivir. A través de esa
unidad personal, es cuando uno descubre la Unidad que hay en todo lo que
existe. Si no hay unidad en uno como estación receptora, no puede haber unidad
en lo exterior, por más que uno lo afirme y lo defienda.
Para
conseguir esta Unidad, lo primero que hemos de hacer es vivir en cada momento
nuestra unidad posible. A lo largo del día, uno descubre que vive cosas muy
diferentes y que se vive a sí mismo de modos muy diferentes.
Debemos
conseguir vivir nuestra unidad a través de cada expresión. Para que pueda vivir
con nuestra unidad es preciso que en cada una de nuestras expresiones nos
encontramos en todo momento libre de nuestras ataduras; que, cuando estemos
hablando con una persona, nuestra mente no esté ocupada en otra cosa distinta;
que, cuando estemos pensando en un problema, no estemos nuestro interior
pendiente de otra cuestión. Es decir, que no haya superposición de fragmentos,
sino que uno, todo uno, toda nuestra capacidad de atención, de presencia, pueda
estar viviendo cada cosa.
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